LA AVENTURA COMIENZA
CUANDO
POR AMOR
TENEMOS EL VALOR DE ENFRENTAR LA VIDA


todos podemos tener un momento de duda

21 abril, 2006

la micro, usted tiene plena libertad de elegir el número. (claramente, son todas iguales)

No importa la comuna donde usted tome este medio de transporte amarillo, que ahora, no sólo es de ese color, también podemos ver los famosos y no muy queridos buses blancos con verde, pero esos hasta el momento no tienen una historia que todos podamos entender, puesto que no viajamos mucho en ellos y además porque es bastante difícil que pasen por el paradero que nos corresponde, a la hora indicada, por lo que ha sido bastante difícil para los chilenos tomar en el momento preciso estos Transantiago.

Eran las 7:30 aproximadamente. Una escalera sucia y con las gomas mas bien despegadas en conjunto a una gran separación entre peldaño y peldaño era lo que dificultaba el subir, pero con el tiempo se elimina. Es sólo cosa de costumbre. En la mañana una o dos según el tiempo y en la tarde sólo una; ahí no importa llegar tan pronto a casa o si importase, es eliminado.

Las micros no son nada de baratas 350 pesos que se multiplican y multiplican y a la vez restan y restan de los ingresos familiares. Pero la costumbre logra formar a verdaderos expertos del equilibrio. Y contar todo lo que se piensa en unos metros agobiados de gente, y cuánto pensamiento que quiere saltar por las ventanas. Otros, se dedican a mirar alrededor; no a la gente, por supuesto, sino a unas unidades un poco abstractas que no hacen para nada recordar por qué se esta en la micro, ni menos que tienes vida. Los recuerdos van desde el querer sentarse, cuando la micro va llena hasta el poder tener un auto para evitar la incomodidad que para algunos causa viajar en micro.

Los ojos un poco llorosos intentando visualizar el número de aquella máquina amarrilla que se acerca, y el cuerpo un poco tenso. Es que el tiempo no acompaña a una mujer “moderna”. Un trabajo que es pagado por 8 horas rendidas desde las nueve de la mañana a cinco de la tarde, pero no olvidar sumarle una hora mínimo para terminar el trabajo, y unos cuantos minutos para salir del edificio, ya son nueve horas y media, a eso debemos sumar la hora cuarenta desde la casa al trabajo y otra hora cuarenta, aproximadamente, del trabajo a la casa. La hora extra no es problema: es remunerada. El esfuerzo de estar casi tres horas y media en micro también, sino no tiene trabajo.

Pero ¿quién puede pagar 12 horas de una madre fuera de casa?, que llega exhausta a cocinar, con su uniforme, su cartera, con ganas de estar con su hijo, pero es “moderna”. Un adjetivo que parece quitar todo tipo de sensibilidad y felicidad a las personas.

Marcela comienza su día. Los dos peldaños de la micro no le incomodan. Tiene absoluto control; ejemplo de esto es que mientras va subiendo saca el dinero de su cartera y, mientras está pagando, se preocupa de sujetarse firmemente a un tibio fierro y cerrar su cartera.

Le pareció extraño: la micro no estaba tan llena como de costumbre. Con la micro ya en movimiento comienza a avanzar, por el ahora espacioso pasillo, hasta llegar al preciado “trono de la urbe”, un asiento con centenar de rayas que, Marcela observa constantemente durante su viaje, con acolchado (era una suerte que ese recorrido tuviese máquinas nuevas). Una vez acomodada mira por la ventana y reniega cualquier acompañante que pudiese situarse a su lado, para eso tenía su personal stereo, así se olvida de cualquier latido de corazón.

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SUEÑO

EN UN SUEÑO SUMERGIDO