LA AVENTURA COMIENZA
CUANDO
POR AMOR
TENEMOS EL VALOR DE ENFRENTAR LA VIDA


todos podemos tener un momento de duda

30 junio, 2008

Soledades recorridas con música al oído
letras desafiantes
que reconfortan
que sacan lágrimas silenciosas
en la noche nocturna de domingo dominguero
en la mañana madrugada de lunes lunero
lunes maldito
maldito lunes
extrañas impresiones
no entiendo

de-vuelves.
¡¡ cómo lo entiendo !!













vergüenzas subterráneas
qué pasó.-



29 junio, 2008

andaoderipisemyov



nohaypalabraparatantatonteríanohaymisterioentantablasgemiabaratamedalomismosierestúosieresyo. noexisteynoexistenomás.nohayynohaynomás.nuevosvórtices.escuposobretusmalignaspalabrasytus sarcásticasreaccionesdesilusionantescomonada
comonunca
comosiempre
comojamás
enmediodelalunablancabajolalunablancayanotepiensomásesquenotequieropensarmás
porquemedarisamedarabiamedapena,elmomento,elrecuerdo.
yduelecomprobarquetodoterminóyquefuetandistintonuestroamor.
aunqueparatutitutitutitutitutinoseamásqueunrecuerdolvidadoporlasmentescansadasenunaeraque seacabaparasiempre

24 junio, 2008

dueles
quemas
confundesestropeas
aniquilas
matas


blasfemas
mueres
matas
mueres
matas



memataelalma
menvenenaelcielo
medestruyelcorazón
mearrojavientos,vientosquenosontusvientos
vientosiniestros
quelastiman
mi
quemelastiman

21 junio, 2008

las lágrimas caen agresivas en el rostro
en el baño
oculto
no puedo parar
caen caen caen caen
no paran
quiero contar hasta 10 y des-aparecer.
Aperecer en un campo floreado, sola, sola, sola, sola, sola.
No me comporto como la sociedad, tan sólo la acepto.
La critico, pero no soy como ella.

las lágrimas siguen cayendo
en un intento repentino, las seco.
Corro. Huyo.
Hay una fiesta, pero yo no estoy en fiesta.

Busco y estás ahí, donde no te gusta estar.
No te entiendo.
Me miras. No me miras.
Los ojos cómplices no mienten. Lo sé.

La pregunta aparece al atardecer sin sol.
por qué las lágrimas
es que no entiendes
no soy máquina
no soy artificial
no soy de acero



siento.
y me duele.
no comprendo.
y me voy.
no lucho, porque no quiero.
porque el alma se me rompe en mil pedazos.
porque también te necesito.
sobretodo en la noche solitaria de ayer.
sobretodo en el día de ayer.
pero mejor me voy.
palabras acuchilladas terminan con el amor violento.-
no puedo creer que tr arrepientas.
no puedo creer que yo sea miserable para ti.-
que mi amor sea miserable.

acaso no recuerdas todo momento vivido entre nosotros.
el encuentro maravilloso de nuestros ojos al atardecr en un día lejano, me explica que tu ojos ojos no quieren decir lo mismo que esas palabras cibernéticas....
esta vez
la rabia
pudo más.-

19 junio, 2008




no se entiende qué pasa acá
el día está feo
el clima está feo
el ambiente está feo
todo está feo.-



y si así es, qué voy a hacer
y sí así se dio, ¿qué me queda?
el hermoso recuerdo, aunque sea totalmente desconocido y totalmente ¿olvidado?
para tú
para ti

16 junio, 2008

Adefesios sobrenaturales

En las noches, espera el sueño con la lámpara del velador prendida. Imagina monstruos nocturnos. Tiene la certeza de que en el clóset vive un espécimen cruel y perverso que planea algo malo en contra de ella. Su mamá la convence de que hay un duende que la protege. Ella confía.
Suspendieron las clases en el colegio, porque hace dos días que la lluvia no para. Es jueves y el temporal se detuvo. Carolina aprovecha de invitar a Alejandro a su casa a preparar la obra de teatro para la semana siguiente. Él llega a las 3 de la tarde. Estudian los parlamentos hasta las 5. Juegan supernintendo hasta las 7. Se oscurece y hace frío. Son las 8.

Suena un trueno y retumba en la ventana. Carolina se estremece en silencio. Alejandro se agita de curiosidad. Otro y ella grita. Otro y Alejandro sonríe, levantando las cejas. Ella evita cualquier invitación de su amigo a disfrutar del panorama en la calle. Le ofrece galletas y jugo. Crea juegos e idea distracciones. Trae hojas y dos lápices. Lo invita a jugar bachillerato. Él acepta.

Las gotas de lluvia comienzan a caer fuertes al suelo. El viento juega con las hojas y forma imágenes con las ramas de los árboles. Carolina cree que son especimenes de la noche. Otro trueno estalla en su corazón. Los relámpagos alumbran la casa. Dejan aparte el juego.

-Es una tormenta eléctrica, anuncia Alejandro.

A Carolina se le ponen los pelos de punta. Siente el rugir del cielo y se asusta. Tiene pánico de que le caiga un rayo encima. Se sintió patética y miró fijo a Alejandro. Él le respondió invitándola a disfrutar del arrebato que el clima ofrecía. A ella le pareció una idea interesante y se arriesga a vivir la experiencia. De la percha, sacan los abrigos que están colgados.

-Voy a buscar un paraguas

Antes de emprender el primer paso, Alejandro la detiene advirtiéndole que es más entretenido mojarse. Cegada en la aventura, ella le hace caso. Salen de la casa sin miedo a nada. Corren bajo la lluvia bajo luces relampagueantes. El patio de la casa es grande. Hay eucaliptos, aromos y pinos. Ambos juegan a dar vueltas en medio del bosque espeluznante.

La lluvia es intensa y las gotas golpean el suelo sin parar. Carolina mira el cielo y lo ve inmenso. De pronto, el panorama cambia. La luz se corta en la calle y todo se vuelve oscuro. La única iluminación la brindan los rayos, que no cesan.

A Carolina se le sale un pequeño grito. Rápidamente, tapa su boca con ambas manos. Se imagina los monstruos del clóset. Se siente perdida y sola en medio de árboles, que forman adefesios con sus ramas diabólicas. La lluvia empeora. Los perros ladran en bandadas. Se forma barro y sus zapatillas blancas se entierran. Se detiene en medio del paisaje terrorífico y nota que Alejandro está lejos y disfrutando. Ella lo envidia. No siente. No ríe. No camina. No respira.

Se da media vuelta y no ve nada. Cierra los ojos y allá adentro es tan oscuro como afuera. Mira para los lados y sale corriendo. No le avisa a Alejandro y avanza. Los rayos chocan con sus pies. Los truenos gruñen como animales salvajes y las lágrimas caen por las mejillas de Carolina.

En medio de su escapatoria, se le cruza una sombra. Da un salto hacia atrás y su espalda choca con una rama. Rápidamente imagina un espíritu. Corre. Su corazón palpita con escándalo. Se tropieza con un tronco, que usan como asiento. Cae al suelo y se levanta. No avanza. La casa se le hace lejana. Nuevamente, se le aparece la sombra. Esta vez el rayo de luz le ayuda a darse cuenta de que es Frívola, su gata. Una pequeña sonrisa se dibuja en su rostro. La lluvia moja su pelo, su cara y su chaquetón. De pronto, aparece Alejandro y pregunta:

-¿Qué pasó?

Carolina no responde. Está pálida. Helada. Petrificada. Llora. Grita. Odia las tormentas. Quiere luz y no la encuentra.

En la puerta de la casa, los espera la mamá de Carolina con dos velas en las manos. Pasan. Se cambian ropa y se acuestan a dormir. Carolina llora entre las sábanas y deja la luz prendida de su lámpara del velador, esperando por el duende guardián, que no apareció cuando más lo necesitó.

14 junio, 2008

Increíblemente
No
Soporto tu
Ódio
Lento
Inquieto
Tétrico
Odio maldito

11 junio, 2008

¡Sorpresa!



Fue sábado. La verdad es que lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Impactante.
Hace dos días que no nos veíamos con Agustín. Es bastante, teniendo en consideración que somos dependientes, pero no sobre protectores y menos que nos privamos de libertad. Lo extrañaba. Los mensajes de texto habían sido nuestro único medio de comunicación. Alentadores, me ayudaron a encantarme nuevamente con el amor. Quizás exagero. Él no estaba tan lejos: sólo en un reclutamiento en la comuna de San Bernardo, en la misma ciudad donde vivo, Santiago. Realizaba una salida a terreno en las clases que está haciendo en su diplomado de corresponsal de defensa.
Había que celebrar su regreso. La experiencia que aprendió era motivo suficiente. Cuando hablamos por teléfono, lo noté en su voz: júbilo. Por lo mismo, decidí arreglarme y ponerme bonita para él. Además, justo en la mañana fui de comprar, por lo que tenía tenida nueva, y me había dicho que esa noche íbamos a festejar en un lugar diferente. Fue entonces que decidí buscar en la web el mejor bar de Santiago. Anoté varios en una lista. Yo estaba emocionada, tanto que sentía una mariposa revoloteando en mi cuerpo. Incesante, no se detuvo y se aceleró durante el resto de la noche. A las 9 partí rumbo al lugar de siempre: el parque debajo de su edificio. Cuando nos vimos, el abrazo fue mayor a todo, y yo reaccioné automáticamente con un beso apasionado y una sonrisa orgullosa. Sentí que en cualquier momento me desplomaba.
—Te ves preciosa—me dijo al oído.
Seguramente mi cara se llenó de vergüenza y mi reacción fue ponerme a reír con timidez. Nos sentamos en una banca y, acompañados de un cigarro, decidimos ir a un lugar llamado Rinoceronte, en la calle Salvador.
Él, muy caballero, abrió la puerta del auto por mí. Yo le agradecí con un gesto en mis ojos, él lo percibió. De la parte de atrás, sacó un hermoso ramo de rosas blancas, mis favoritas. El aroma me embriagó. Agustín me besó y no pude quitar de mí su sabor en mis labios: dulce. Mi lengua jugó con ellos durante un rato, no podía separarme de esa invisible suavidad. Deliré, y aún me pasa al recordarlo.
—Tengo muchas ganas de contarte todo lo que viví—me dijo muy emocionado.
—Espera que lleguemos al lugar y así nos familiarizamos en un ambiente más grato—le respondí yo, acariciando su oreja.
No le gustó mucho la idea, porque me empezó a contar un poco sus vivencias, pero no del modo en que siempre me relata sus experiencias, sino saltado y pendiente de los autos veloces que furiosos avanzaban por las calles nocturnas.
El auto ha sido nuestro nido de amor. Nos ha acompañado en muchas de nuestras infantiles e inocentes aventuras. La ruta de esa noche era desconocida, al menos para mí, porque nunca habíamos andado juntos por esas calles. Como sabíamos que el bar quedaba en Salvador, Agustín tomó esa avenida. Parece que él tampoco la frecuentaba mucho, porque, a medida que avanzábamos, nos íbamos dado cuenta que habían señales que acortaban la vía. Había que andar con un poco de precaución.
Esa noche la luna no nos acompañaba y la luz era escasa. Poco se veía en las calles y los faroles iluminaban sin ganas, la mayoría pestañeaba. Agustín iba afanado contándome a pedazos su historia, y los amigos que había hecho en su viaje. Risas venían y cariños también. Sonaba en la radio una canción, que sin saber de quién era, ambos tarareamos. Mientras me contaba una historia que yo no recuerdo, de un gritó exclamé: ¡Cuidado! Aunque fue demasiado tarde. Un auto venía por Dublé Almeyda y cruzaba la intersección de las calles, cuando el estruendo fue más fuerte. Mi cabeza se movió, pero jamás perdió el control de la situación. Sentí una fuerza que me protegía. En menos de un segundo, estaba el otro auto enterrado en el nuestro, y dos mujeres alegaban con sus manos, de sus labios se leían perfectamente una serie de garabatos. Agustín se pasó una luz roja.
— ¿Estás bien?—preguntamos a coro.
Gracias a quién sabe qué ambos estábamos enteros. Nada malo nos pasó. Yo sólo sentí un gran dolor en mis rodillas. Me exalté. Grité. Me enojé. Me duró poco, porque Agustín me frenó. Fue sólo un arrebato del mal momento. No podía creer que algo así estuviera pasando en el día de nuestra anhelada celebración.
— ¡Déjame hablar a mí, Matilda! Por favor, tranquilízate. Tiene que haber una solución—exclamó él, mientras se bajaba del auto.
Yo respiré hondo. Conté hasta 10 y estaba abajo junto a él.
— ¿En qué ibai pensando, huevón?—le dijo una de las mujeres a Agustín.
— Disculpa. Iba bien. Estábamos conversando con mi polola, pero te prometo que fue sin intención—le respondió con cordura.
— ¡Para peor el auto es de mi mamá! Qué terrible, el tremendo cacho en el que nos metimos—argumentaba la otra con las manos en la cabeza, como queriendo desaparecer, pero armándose de valor para enfrentar la situación.
— ¡Imagínate como estoy yo!—agregó Agustín.
Yo permanecí en silencio. Una pareja de gringos se acercó a preguntarnos cómo estábamos. Mientras, una de las mujeres sacó una libreta de su cartera.
— ¡Espérate! Voy a llamar a mi papá primero—le dijo la otra.
Agustín y las mujeres le buscaban solución al asunto. Yo me aparté para mirar cómo había quedado nuestro auto. El de ellas estaba bien. Un pequeño abollón. El nuestro, sin exagerar, pésimo. Fatal. Sin parachoques. Aplastado totalmente en una parte del capo.
Luego de que hablaron con su papá, decidieron ir a dejar constancia a Carabineros. Nos subimos al auto nuevamente y en el asiento donde yo iba estaba pisoteado el papel con los nombres de los bares y sus direcciones. Lo llevaba en la mano y con el impacto, claramente saltó lejos.
Agustín manejó lo más lento que pudo
— ¡No puedo controlar la dirección! Se me va el auto para el lado—dijo con la voz quebrada, los ojos casi empapados y la garganta apretada.
Yo seguía en silencio. Tuve ganas de llorar, pero me contuve, porque él me lo pidió.
—Tienes que mantenerte estable y no alterarte— me dijo con voz protectora.
Así lo hice. Sin embargo, en el camino no dejaba de preguntarme quién nos había protegido. ¿Dios? ¿Ángeles? ¿La vida? ¿Es una señal? No pude evitar cuestionarme eso y mucho más. Cuando llegamos a los Carabineros no hubo problemas. Quedó la constancia. Agustín se haría cargo de los gastos.
Luego supimos que las mujeres eran hermanas. Nos despedimos. Ellas quedaron tranquilas. Con dato en mano, emprendieron viaje y nosotros también. A la defensiva en el camino. Cuidando que el auto no se cayera a pedazos. Imposible era continuar nuestra salida, que jamás dudamos en postergarla, con el auto así. Decidimos ir a dejarlo a la casa de él, que afortunadamente quedaba cerca de la comisaría.
— ¿No te da lata salir en micro?—me preguntó avergonzado.
—Para nada. Siempre y cuando tú estés de ánimo. Si va a servir para distraernos, ¡hagámoslo!—le dije yo, tratando de subirle el ánimo.
Y así fue. Dejamos el auto chocado en los estacionamientos. Él tomó mi mano y caminamos hasta el paradero de micro. Ésta se demoró mucho en pasar. Pensamos incluso en un colectivo o un taxi, pero cuando esa idea se nos vino a la cabeza, a lo lejos se veía un bus.
Como yo había anotado bastantes lugares como alternativas, decidimos ir a alguno más cerca de su casa, para que no tuviéramos problemas al volver. Llegamos a la calle Irarrázaval en busca de “Mephisto Bar”. No lo encontramos de inmediato. Nos costó. Al final, nos dimos cuenta que estaba en la vereda del frente. El ambiente era medio oscuro. Repleto. Otro estilo. Para suerte de nuestra compañía, al lado había otro: bola nueve, como en el pool. Entramos ahí y pedimos dos piscolas. Celebramos igual. Festejamos el estar vivos. Un brindis: por nosotros. De ahí en adelante, la mariposa de mi corazón aleteó constantemente, invitándome a seguir, demostrándome que una señal se había manifestado esa noche, enseñándome que hay motivos. Conversamos. Me contó su odisea en el reclutamiento. Su mirada me encandiló. Su olor se quedó pegado en mi garganta. Tratamos de responder a mis interrogantes acerca de quién era el responsable de que siguiéramos vivos, porque para Agustín también fueron cuestionamientos, pero no encontramos verdad absoluta. Sólo nos quedamos tranquilos bajo la idea de que una señal nos invitaba a seguir disfrutando de los momentos que nos entrega la vida. Pasadas las 3 de la mañana decidimos volver.
— ¿Nos vamos en micro o en taxi?—pregunté temerosa.
— Caminando —respondió confiado.
— ¿En serio? —dije alarmada.
— Caminemos un poco y después tomamos un taxi—con su mirada me prometió seguridad.
La noche ameritaba una larga caminata juntos. Creo que jamás había tenido una noche tan sorprendente. La vida me enseñó a valorar más cada momento. Por lo mismo, esa vuelta a su casa fue única e irrepetible. Nos reímos en el camino como dos tontos enamorados de la vida y del amor. De nosotros.
—Cuando chica jugaba a no pisar las líneas de las veredas ¿juegas?—pregunté con una sonrisa que lo invitaba a disfrutar de la fresca noche oscura.
Agustín empezó a correr por las calles, sin pisar las rayas. Entendí de inmediato que su respuesta fue un sí. Y así nos fuimos jugando a ser niños hasta su casa. Nos besamos. Nos abrazamos. Disfrutamos. Recreamos nuestros momentos juntos. Empezamos a vivir la vida de nuevo.
Llegamos a su edificio. Tres pisos. Silencio. Su mamá dormía. Avanzamos casi en cuclillas por el living. Con la luz apagada, nos acostamos a descansar abrazados hasta desgarrarnos. Cerramos los ojos y dormimos en eterno silencio, protegiéndonos, y en sueños danzamos al compás de nuestra respiración.

10 junio, 2008


cuando estás sintiendo
y no sienten que estás sintiendo
se siente
pero no como me gustaría
el detalle petrificado
en la nada
de las palabras sin sentido
alejándome...

07 junio, 2008

ANSIAS-ANSIAS-ANSIAS-ANSIAS-ANSIAS-ANSIAS

ansias
ansias
ansias
ansias
demasiadas
Cuecas
escucho cuecas
se mueve la manilla de la pieza
quién es
nadie
el espíritu de las flores
que están en el arrimo
cuando tú entras
y el espejo espanta las malas vibras
¿las espanta realmente?
incomprensión
rebeldía de parte mía
de mi mamá
de mi abuela
mi tía, no se entera
anda en otra
en las nubes
en la luna
para qué
alguna razón biológica, dice mi tío des-aparecido, que aparece los primeros jueves de cada mes.
No la conoce, pero algo debe haber.
Por eso mismo, yo me rebelo.
Es que no hay una razón.
Por eso, a los 70 años la taza con cloro. El agüita con veneno para las plantas, como en un asesinato que vi en Mea Culpa, hace algún tiempo.


Entonces, la mañana tormentosa.
La tarde tormentosa.
Pero hay ánimos.
Desayuno.
Chao.



CHAR
CO
CHAR
CO
CHAR
CO


los salto.
corro a la micro. no la alcanzo. cambia el semáforo.
Arranca.
Camino.
El celular suena. Ring. Red Red Wine. Ring.
- aló, ¿qué pasó, mamá ?
- hija, dijo la Mariela que Góngora no va a hacer clases de Chile hoy.
- eeeeen serio, buena, me voy pa' la casa.




De vuelta.
Tejo. Tejo. Tejo. Tejo. Tejo. Fumo. Tejo. Café. Tejo. Tejo. Tejo. Tejo.
12:00
Chao mamá
Chao viejets

Micro.
Bip.
Devolvé la bolsa.
Cuatro ebrios. I want to break free.
don't stop me now.
No voy a ingland. qué fome.
Compañeros queridos.
La mejor clase de Historia del Periodismo, lejos.
Así es, Carlos, porque al ser excluidos...
Chao.


Caminata amistosa, como una conversa antigua, en la 641. La recuerdo.


Tuuuut
Tuuuut
Tuuuut


aló.


secreto.


lágrimeo.


caminata.


extrañezas.


la-res-puesta, con-tigo, siem-pre.



droga. droga. droga. droga. droga. droga.
droga. droga. droga. droga. droga. droga. droga. droga. droga.

DROGA.
intoxícame





Buenac Nochec

05 junio, 2008

gracias totales, hoppipolla

los ojos apretados
las lágrimas caen
por la mejilla
se deshacen en el cuello
se estancan en los pómulos
el corazón revienta
no lo ves
es que no quieres verlo
cuando tienes que verlo
cuando quieres verlo
no, pero no lo haga, señorita
es que usted no debe hacerlo
para qué, si no se lo reconocen
para qué si no hay nadie que le diga qué bonito, señorita
reserve sus palabras
húndase con su amor por las letras
sí.
lamuerte
no se vence
sesfuma
qué
no lo escucho
que no merezco nada
ni una pizca de amor
chaito
tuuut
tuuut
tuuut
qué te ciega
qué mierda no te deja ver
en qué momento dejaste de creer en mí
¿por qué?
la nefasta condición
el alma ensangrantada
la cara empapada
el incendio en la emoción

03 junio, 2008

dame
sencillamente
lo que más te guste

Problema a las 0:06


Mi problema es que quiero dormir.
Me acomodo en la cama, pero me llama un libro.
Tengo que leer y no quiero.
Si al menos el texto fuera entretenido, pero ni modo.
Tanta crítica latera
Tanto lenguaje del año 0.
También que yo lo dejo para última hora.
Me quedan siete páginas, pero se me haaaa ceeeen
eeee teeeer naaaaas
leeeeen taaaaas
coooomo uuuuun caaaa raaaaa cooooooooool
Son siete y yo me salto párrafos.
No entiendo lo que leo.
Leo en voz baja.
En voz alta.
En susurros, y ni modo.

"De esa exención de culpa por abas partes puedo yo tener una visión particularmente clara, también porque un choque parecido ha vuelto a ocurrir entre nosotros bajo circusntancias completamente distintas aproximandamente veinte años más tarde: horrible como hecho, aunque de por sí muicho más inocuo ciertamente, pues ¿dónde había algo en mí, a los treinta y seis años, queaún podría haberse dañado?



Nadie puede. Nadie.
Kafka, me des-ilusionas.-
Por otro lado, buen día.

SUEÑO

EN UN SUEÑO SUMERGIDO