LA AVENTURA COMIENZA
CUANDO
POR AMOR
TENEMOS EL VALOR DE ENFRENTAR LA VIDA


todos podemos tener un momento de duda

09 noviembre, 2008

A D E F E S I O S / S O B R E N A T U R A L E S

En las noches, espera el sueño con la lámpara del velador prendida. Imagina monstruos nocturnos. Tiene la certeza de que en el clóset vive un espécimen cruel y perverso que planea algo malo en contra de ella. Su mamá la convence de que hay un duende que la protege. Ella confía.

Suspendieron las clases en el colegio, porque hace dos días que la lluvia no para. Es jueves y el temporal se detuvo. Carolina aprovecha de invitar a Alejandro a su casa a preparar la obra de teatro para la semana siguiente. Él llega a las 3 de la tarde. Estudian los parlamentos hasta las 5. Juegan supernintendo hasta las 7. Se oscurece y hace frío. Son las 8.

Suena un trueno y retumba en la ventana. Carolina se estremece en silencio. Alejandro se agita de curiosidad. Otro y ella grita. Otro y Alejandro sonríe, levantando las cejas. Ella evita cualquier invitación de su amigo a disfrutar del panorama en la calle. Le ofrece galletas y jugo. Crea juegos e idea distracciones. Trae hojas y dos lápices. Lo invita a jugar bachillerato. Él acepta.

Las gotas de lluvia comienzan a caer fuertes al suelo. El viento juega con las hojas y forma imágenes con las ramas de los árboles. Carolina cree que son especímenes de la noche. Otro trueno estalla en su corazón. Los relámpagos alumbran la casa.

-Es una tormenta eléctrica, anuncia Alejandro.

A Carolina se le ponen los pelos de punta. Siente el rugir del cielo y se asusta. Tiene pánico de que le caiga un rayo encima. Se sintió patética y miró fijo a Alejandro. Él le respondió invitándola a disfrutar del arrebato que el clima ofrecía. A ella le pareció una idea interesante y se arriesga a vivir la experiencia. De la percha, sacan los abrigos que están colgados.

-Voy a buscar un paraguas

Antes de emprender el primer paso, Alejandro la detiene advirtiéndole que es más entretenido mojarse. Cegada en la aventura, ella le hace caso. Salen de la casa sin miedo a nada. Corren bajo la lluvia bajo luces relampagueantes. El patio de la casa es grande. Hay eucaliptos, aromos y pinos. Ambos juegan a dar vueltas en medio del bosque espeluznante.

La lluvia es intensa y las gotas golpean el suelo sin parar. Carolina mira el cielo y lo ve inmenso. De pronto, el panorama cambia. La luz se corta en la calle y todo se vuelve oscuro. La única iluminación la brindan los rayos, que no cesan.

A Carolina se le sale un pequeño grito. Rápidamente, tapa su boca con ambas manos. Se imagina los monstruos del clóset. Se siente perdida y sola en medio de árboles, que forman adefesios con sus ramas diabólicas. La lluvia empeora. Los perros ladran en bandadas. Se forma barro y sus zapatillas blancas se entierran. Se detiene en medio del paisaje terrorífico y nota que Alejandro está lejos y disfrutando. Ella lo envidia. No siente. No ríe. No camina. No respira.

Se da media vuelta y no ve nada. Cierra los ojos y allá adentro es tan oscuro como afuera. Mira para los lados y sale corriendo. No le avisa a Alejandro y avanza. Los rayos chocan con sus pies. Los truenos gruñen como animales salvajes y las lágrimas caen por las mejillas de Carolina.

En medio de su escapatoria, se le cruza una sombra. Da un salto hacia atrás y su espalda choca con una rama. Rápidamente imagina un espíritu. Corre. Su corazón palpita con escándalo. Se tropieza con un tronco, que usan como asiento. Cae al suelo y se levanta. No avanza. La casa se le hace lejana. Nuevamente, se le aparece la sombra. Esta vez el rayo de luz le ayuda a darse cuenta de que es Frívola, su gata. Una pequeña sonrisa se dibuja en su rostro. La lluvia moja su pelo, su cara y su chaquetón. De pronto, aparece Alejandro y pregunta:

-¿Qué pasó?

Carolina no responde. Está pálida. Helada. Petrificada. Llora. Grita. Odia las tormentas. Quiere luz y no la encuentra.

En la puerta de la casa, los espera la mamá de Carolina con dos velas en las manos. Pasan. Se cambian ropa y se acuestan a dormir. Carolina llora entre las sábanas y deja la luz prendida de su lámpara del velador, esperando por el duende guardián, que no apareció cuando más lo necesitó.

1 comentario:

Dolores Medel dijo...

Ohh!! Blog interesante... Lo encontré por aquéllo de la 'música para volar'

Saludos desde el norte de nuestro continente...

SUEÑO

EN UN SUEÑO SUMERGIDO