"Prefiero creer que no existe
a descubrirlo y vivir una mentira"
Escribí eso alguna vez en mi vida, luego de una des-ilusión. No quiero sonar nostálgica o algo por el estilo. Ni menos decir que he creído y confiado en vano.
El otro día me quedé pegada mirando aquella frase que está pegada en mi pared, junto a algunas palabras sueltas entre signos de interrogación: perfección, amor, felicidad.
Conceptos que dan vueltas y no se detienen. A pesar de estar sintiéndolo, siguen en cuestión. No quiere decir que ahora no lo esté sintiendo, sólo que ninguna verdad es verdadera. No podemos creer haber encontrado la verdad. Estamos presos a la eterna búsqueda del por qué, para qué, cómo.
Vamos de la mano de la pregunta. Si no fuera así, ¿de qué serviría?
Prófugos nos dejamos llevar por ráfagas de nada y acordamos verdades tan nuestras que son irrefutabables. A la hora de que éstas sean traicionadas, nuestro corazón sufre y caemos al suelo. El golpe es fuerte, pero nos levantamos nuevamente para sobre-vivir donde nadie tiene alma y donde todos tienen cabeza.
Atrapados en un humo gris, somos la generación de las ideas guardadas en una bola de cristal, la que admiramos diariamente, pero que dejamos de lado por quehaceres más importantes socialmente.
¿Habrá un cambio?, me preguntaba la noche del viernes junto a su contorno, dos vasos de Ron Habana y unas cosillas para picar. Pasando el rato. Riendo. Conversando... "filosofando".
La revolución si existe, se escuchaba en medio de un diálogo potente, lleno de fuego helado revoloteando por las entrañas. Claramente existe, pero ¿cuándo llegará?
Esperamos ansiosos ese momento histórico. Ese quehacer social, ese motor que te motiva, que te prende, que hace que se te pongan los pelos de punta.
Pero por mientras, esperamos. Sigamos soportando el frío helado de las máquinas, de las marionetas del sistema. Juguemos a ser sociales y mintamos frente a un mundo lleno de secretos piadosos, que jamás lograrás saber. La duda siempre persiste.
Al menos, hoy podemos sobre-vivir. Puedo sobrevivir y, como dice Mafalda, ¡paren el mundo que me quiero bajar!
a descubrirlo y vivir una mentira"
Escribí eso alguna vez en mi vida, luego de una des-ilusión. No quiero sonar nostálgica o algo por el estilo. Ni menos decir que he creído y confiado en vano.
El otro día me quedé pegada mirando aquella frase que está pegada en mi pared, junto a algunas palabras sueltas entre signos de interrogación: perfección, amor, felicidad.
Conceptos que dan vueltas y no se detienen. A pesar de estar sintiéndolo, siguen en cuestión. No quiere decir que ahora no lo esté sintiendo, sólo que ninguna verdad es verdadera. No podemos creer haber encontrado la verdad. Estamos presos a la eterna búsqueda del por qué, para qué, cómo.
Vamos de la mano de la pregunta. Si no fuera así, ¿de qué serviría?
Prófugos nos dejamos llevar por ráfagas de nada y acordamos verdades tan nuestras que son irrefutabables. A la hora de que éstas sean traicionadas, nuestro corazón sufre y caemos al suelo. El golpe es fuerte, pero nos levantamos nuevamente para sobre-vivir donde nadie tiene alma y donde todos tienen cabeza.
Atrapados en un humo gris, somos la generación de las ideas guardadas en una bola de cristal, la que admiramos diariamente, pero que dejamos de lado por quehaceres más importantes socialmente.
¿Habrá un cambio?, me preguntaba la noche del viernes junto a su contorno, dos vasos de Ron Habana y unas cosillas para picar. Pasando el rato. Riendo. Conversando... "filosofando".
La revolución si existe, se escuchaba en medio de un diálogo potente, lleno de fuego helado revoloteando por las entrañas. Claramente existe, pero ¿cuándo llegará?
Esperamos ansiosos ese momento histórico. Ese quehacer social, ese motor que te motiva, que te prende, que hace que se te pongan los pelos de punta.
Pero por mientras, esperamos. Sigamos soportando el frío helado de las máquinas, de las marionetas del sistema. Juguemos a ser sociales y mintamos frente a un mundo lleno de secretos piadosos, que jamás lograrás saber. La duda siempre persiste.
Al menos, hoy podemos sobre-vivir. Puedo sobrevivir y, como dice Mafalda, ¡paren el mundo que me quiero bajar!
1 comentario:
masking tape muer
es la salvación de los diseñadores y arquitectos
y tú le das una función
muy tuya.
como los que tienes pegados.
lobyu mi muer
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